Orígenes de la Romería
[…] Desconocemos la época en que los villafranqueños comenzaron a venerar a San Isidro, pero es de suponer que sería después de 1622 fecha en la que fue canonizado y a partir de la que comienzan a fundarse cofradías con su nombre en tierras cordobesas. Parece ser que la primera se erigió en Torrefranca –actual municipio de Dos Torres- el mismo año en que fue elevado a los altares. Posteriormente, en 1655 los labradores de Córdoba crean una hermandad, en la iglesia conventual de San Agustín, por no haber en la ciudad ninguna de esta advocación. A largo del siglo XVIII van apareciendo en otras poblaciones: Pozoblanco, Villanueva, Fuente Tójar…
Aunque no hay constancia en la villa de ninguna cofradía de San Isidro, su imagen se encontraba en una sencilla capilla barroca en la ermita de la Soledad. La talla del santo era de madera y medía un metro y cuarenta centímetros de altura. Ésta permanecía siempre en el referido templo en el que todos los años le ofrecían un triduo como preparación a la misa del 15 de mayo y posterior procesión por los alrededores para bendecir los campos. La situación política de los años anteriores a la guerra civil influyó en que se perdiera esta costumbre.
La reanudación del culto a San Isidro, después de la contienda, está ligado a la adquisición de la imagen y a la erección, en la parroquia, de un sencillo altar para venerarla. Ambas iniciativas partieron de la Hermandad Sindical Mixta, que lo mismo que en todos los pueblos de España fomentó el patronazgo de este Santo sobre los labradores. De todos es sabido que fue esta entidad la que consiguió que el papa Juan XXIII proclamara a San Isidro patrón de los labradores españoles, a finales de 1960, refrendando de manera oficial lo que ellos consideraban desde antiguo.
A falta de documentación he recurrido a las fuentes orales que me han informado como la nueva talla fue adquirida en Madrid, por don Francisco Pérez Muñoz –el capitán Pérez- que recibió el encargo de los responsables de la antigua hermandad de labradores y ganaderos. Este señor observó que el arado que llevaba la efigie era pequeño para su tamaño y tras consultar con los que le habían encomendado la gestión visito a otro paisano afincado en Madrid, D. Rafael Léon Torres, conocido como “Peronias”, al que le encargó la hechura del arado. El artista puso gran cariño en la ejecución de la obra y se dispuso a fabricar el apero en madera de aliso totalmente trabajada a mano y tomando como modelo los arados romanos que él mismo había visto en Villafranca. Una vez terminado, le ajustó la reja y los adornos metálicos.
Cuando llegó al pueblo le prepararon el tradicional triduo, que los primeros años predicado por un sacerdote de fuera; precisamente uno de ellos, el padre Jerónimo de la Orden del Carmen tuvo la feliz idea de celebrar una romería. El lugar elegido fue la finca La Huertezuela donde todavía se sigue celebrando.
Puesto que las personas consultadas, no se ponen de acuerdo en la fecha que tuvo lugar la primera romería, no me aventuro a decir el año exacto en que comenzó. En lo que coinciden todos es que, desde entonces, se ha celebrado todos los años a excepción de uno –parece ser que el segundo- en que, debido a la lluvia, se sustituyó por una procesión después de la misa. El cortejo se dirigió a las ruinas de la ermita de La Soledad, en cuyos alrededores se bendijeron los campos, rememorando lo que hacían los antiguos labradores villafranqueños.
Las primeras carrozas iban tiradas por mulos y bueyes y se hacían con carros y carretas cuyos puntiagudos varales se forraban con lentisco o de retama y se remataban con hojas de palmera que cruzaban de un lado a otro, formando artísticos arcos. Después se ornamentaban con guirnaldas de flores y cadenetas de papel de seda que le daban más vistosidad y colorido. La sencillez del ornato no estaba exenta del buen gusto que caracterizado siempre a nuestras gentes.
Desde que amanecía el 15 de mayo se respiraba en Villafranca un ambiente festivo. La carroza de San Isidro, siempre tirada por bueyes, se colocaba en la puerta de la parroquia. Inmediatamente detrás, una tartana para el sacerdote y los responsables de la hermandad. A continuación las carrozas por orden de llegada. Un repique de campanas anunciaba la salida de la imagen de la iglesia y el comienzo del desfile, en el que también participaban caballistas y bastantes romeros a pie.
Al llegar a la finca disponían las carrozas en la era y el sacerdote celebraba la misa, en latín y de espaldas a los fieles, en le balcón central de la casa. El momento de la consagración era anunciado por una campanilla que tañía Juan Pastor desde una pequeña ventana lateral. Después, el mismo presbítero, procedía a la bendición de los campos. Los romeros se colocaban frente al caserío y asistían a misa con un profundo respeto.
Finalizado el acto religioso, se introducía la imagen en la casa y la Hermandad Sindical ofrecía una copa de vino y unas tapas a las autoridades. Mientras, unos se dirigían a las pocas casetas que montaban los propietarios de algunos bares del pueblo; otros se disponían para comer el perol cordobés, que costeaba la Organización Sindical y preparaban Alfonso Gallardo y su esposa Jacinta, o se acomodaban con las “fiambreras” en la alameda o bajo los frondosos nogales que rodeaban a la alberca. En el transcurso del día se cantaban y bailaban sevillanas.
A media tarde, con mucho orden se volvía al pueblo. Las carretas, sin estropear, eran recibidas con un repique de campanas y con la calle Alcolea abarrotada de gente.
La fiesta tuvo más aliciente cuando a algún artista local se le ocurrió hacer una carroza con “figura”. A partir de ese año proliferaron barcos, patos, canastos, copas, mariposas, patios andaluces, colmenas con abejas…y hasta un castillo, que debido a su gran tamaño, ocupó dos carros. En la confección de estas carrozas se unía la creatividad y el arte de los villafranqueños que se afanaban en mejorar lo que habían hecho el años anterior. Para incentivar el buen hacer inventaron los premios que trajeron no pocos disgustos y estropearon la jornada festiva a más de una persona. Sin embargo, el enfado duraba poco y se arreglaba a los pocos días cuando el corresponsal del periódico CÓRDOBA, D. Enrique Ayllón, escribía el nombre de las carretas ganadoras y las “bellas y simpáticas señoritas” que iban en ellas.
Con el fin de darle más auge a la romería los responsables de la Hermandad Sindical prolongaron la fiesta organizando, el día 14 de mayo de 1969, una verbena popular en la que al principio sólo actuaban conjuntos musicales o coros rocieros. Esta velada fue completándose con la procesión de la nueva talla y las ofrendas de los productos del campo que le hacen los niños y jóvenes ataviados de “gitanas o flamencos”. Más tarde, en 1982, fue la primera “huevada”. Verbena, procesión, ofrendas y huevada han hecho que la víspera de la celebración tenga tanto protagonismo como la propia romería.
Por primera vez, en 1998, un grupo de personas constituyeron la Hermandad de San Isidro Labrador, llegando a formar parte alrededor de 1000 hermanos y cuya labor ha sido, hasta la actualidad, la organización de diferentes eventos, culminando con la fiesta mayor en honor a San Isidro, la Romería.
Luis Segado Gómez
– Cronista Oficial de la Villa
Nota: El video corresponde a la romería del año 2017, emitido por el programa Onda Mezquita el 17.05.17.